UN SUEÑO ROTO
Anónimo
El sueño de su vida era ser misionero, y parecía como
si finalmente se fuera a hacer realidad. Sentado en la oficina de
la agencia misionera, el nervioso joven le aseguró al entrevistador
que él y su flamante esposa estaban decididos a trabajar duro,
administrar sus recursos como buenos mayordomos, y procurar que se
proclamara a Cristo al mayor número de personas posible. Confiaban
en que todo su futuro estaba saliéndole a pedir de boca.
Pero pronto todo iba a parecer como si su sueño se fuera a
hacer añicos. Durante su preparación para vivir entre
otras culturas él y su esposa se percataron de que ella nunca
resistiría los rigores de vivir en el extranjero. Ella era
demasiado frágil y débil. Si iban al África,
como habían planeado, era seguro que ella moriría.
Confuso y destrozado emocionalmente, el joven fue a trabajar para
su padre, que era dentista y que tenía un pequeño negocio
colateral que producía vino sin fermentar para los cultos de
la Santa Cena en las iglesias.
Al envejecer su padre, el joven se hizo cargo de este negocio secundario.
Un día se le ocurrió que tal vez podría todavía
tocar al mundo para Cristo.
Podría todavía cumplir las palabras que le había
dicho al representante misionero ese día. Trabajaría
duro, sería un buen mayordomo de sus recursos, y procuraría
que se proclamara a Cristo a tantas personas como fuera posible; solo
que lo haría de una manera un poco diferente.
Mantendría su promesa sosteniendo financieramente a otros que
podrían ir al extranjero como misioneros.
Trabajó duro, y con el tiempo logró desarrollar la compañía
en una empresa gigantesca. ¿Cómo se llamaba?
Welch.
Hoy su jugo de uva se vende en todas partes. El Sr. Welch ha ofrendado
gigantescas sumas de dinero a la causa de las misiones mundiales.
Irónicamente, ha hecho mucho más por la evangelización
mundial que lo que podría haber hecho trabajando duro personalmente
en el campo misionero. Debido a que se adaptó a sus circunstancias
y floreció en donde estuvo plantado, llegó a ser un
compañero valioso de las misiones en todo el mundo.
Extraído de “El Poder de una Alianza
en la Iglesia”, Editorial Bethania, por John C. Maxwell
Cuando una puerta se cierra, no te des por vencido, quizas hay otras
puertas que no has visto y que se abrirán para hacer incluso
mucho más de lo que inicialmente habías pensado. ¿Cuál
fue la última puerta que se cerró?
¿Ya encontraste la nueva puerta? No olvides con Dios siempre
hay nuevas puertas delante de nosotros.
De cierto te bendeciré grandemente, y multiplicaré en
gran manera tu descendencia como las estrellas del cielo y como la
arena en la orilla del mar, y tu descendencia poseerá la puerta
de sus enemigos. –Gen 22:17
Conozco tus obras. Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta
que nadie puede cerrar. Ya sé que tus fuerzas son pocas, pero
has obedecido mi palabra y no has renegado de mi nombre. –Apoc
3:8