PISTAS PARA DESCUBRIR A UN MISIONERO
por Daniel Bianchi
La característica actual del servicio misionero requiere el
concurso de distintos tipos de personas con diferentes dones, capacidades
y preparación. Lejano está el tiempo en que la palabra
“misionero” evocaba a un cierto tipo de persona específico
realizando un determinado tipo de tarea.
Sin embargo, y a pesar de las transformaciones sucedidas, ciertos
estereotipos permanecen entre nosotros. Paralelamente hay una amplia
variedad de enfoques acerca de cómo surge un misionero. Están
quienes se refieren al ”don de misionero”, otros a un
“llamado específico”.
Para algunos es una “vocación”, para otros es cuestión
de “seguir la dirección divina”. Para unos “un
acto de obediencia”, para otros de “sentido común
santificado”. Más allá de muchos puntos de vista,
en algo debemos coincidir y es en que hay que saber como identificar
al misionero latente que tenemos cerca de nosotros.
Ser y hacer
En esto, como en otras cosas, debemos “escuchar la voz del campo”
para saber cómo debe ser y qué debe hacer un misionero.
Michael Griffiths cita a un líder cristiano de la Polinesia
quien enumeró las aptitudes que esperaba encontrar en un misionero:
capacidad para mezclarse con la gente, saber mezclar cemento, atravesar
ríos, ayudar en un parto, sentarse con las piernas cruzadas,
secar pantanos, ingerir comida extraña y soportar amablemente
las equivocaciones... Además sugirió que la persona
alérgica a las hormigas, el calor, la humedad, las picaduras,
los picantes, las madres solteras, la pobreza y el polvo harían
bien en pensar dos veces antes de salir de su país.
¿Estamos listos?
Antes de esbozar un “perfil del misionero transcultural”,
corresponde hacer una observación: Para identificar a los nuevos
misioneros es imprescindible que el liderazgo de la congregación
tome una participación activa. En otras palabras, se requiere
una decisión intencional. En cada iglesia hay personas listas
para avanzar hacia el servicio misionero. La pregunta obligada es:
“¿Hay líderes igualmente listos para identificar
a esas personas, acompañarlos y enviarlas?. De otra manera
ninguna orientación servirá de mucha ayuda si después
no hacemos lo que hay que hacer. Con esto en mente ¿qué
debemos buscar?. Pensemos en algunos indicios.
Pista 1: Fundamentos firmes
Aunque parece obvio, la persona que considera la tarea misionera debe
haber dado evidencia de una auténtica conversión. Juntamente
con ello tendrá que ser evidente que ha desarrollado una sólida
relación con su iglesia local ya que allí es el lugar
donde se dan los primeros pasos en el discipulado, servicio cristiano
y la capacitación.
Pista 2: Madurez de carácter
La obra misionera no es para las personas perfectas pero sí
para los maduros y comprometidos. Se espera que esa persona tenga
“los grandes temas resueltos”, o por lo menos haya mostrado
dedicación para enfrentarlos. Por ejemplo: ¿Cómo
se siente ese soltero/a acerca de su soledad?. ¿Cómo
está ese marido/esposa por el hecho de no poder tener hijos?.
¿Hay temas del pasado que no fueron tratados adecuadamente?.
¿Necesita restauración, reconciliación?.
Una de las principales características de la madurez es la
capacidad de mantener los compromisos asumidos. Otra es la capacidad
de tomar decisiones y hacerse responsable por las mismas sin echar
las culpas a otros de las consecuencias. La misión necesita
gente firme pero flexible, de convicción pero amable.
Pista 3: Seguridad de llamamiento
Jesús llamó a sus discípulos para que estuviesen
con él y para mandarlos a predicar. Juntamente con la conversión
viene el llamado de Dios para que le conozcamos, tengamos comunión
con él, seamos parte de su cuerpo y partícipes en la
extensión de su reino. Ahora bien, además de este llamado
general, Dios pide que algunas personas vayan a encarnarse y proclamarlo
en otros contextos culturales. El misionero necesita tener seguridad
de haber sido apartado para este servicio. Esa seguridad o convicción
proviene del Espíritu Santo. ¡El apóstol Pablo
la tenían! (Hch. 9.15; Gál.1.15; 1 Tim.1.11,12; 1Cor.9.16.
Pista 4: Preparación activa
En otras palabras, si alguien dice que tiene una carga o llamado para
la obra misionera es de esperar que esté dado pasos en pos
de esa meta como: Lectura de libros misioneros, participación
en eventos, experiencias misioneras locales, intercesión y
ofrenda misionera regular, servicio en el ministerio misionero de
la iglesia, etc. Hay muchas personas que tienen un ideal romántico
e inerte de la obra misionera, pasan los años y no hacen nada
práctico con su inquietud.
Pista 5: Actitudes correctas
El día del misionero “sabelotodo, puedelotodo y tienelotodo”
ha pasado. La misión desde los países de la periferia
nunca se emprendió con abundancia de recursos, muy al contrario.
A pesar de esto no estamos libres del mismo peligro que hemos sabido
señalar en otros.
Es menester contar con misioneros que tengan actitudes correctas,
sobre todo verdadera humildad. Sólo así podrán
salir como aprendices más que maestros, como siervos más
que conquistadores, como acompañantes más que protagonistas.
La misión transcultural es cada vez menos pionera (aunque hay
varios aspectos que la requieren de manera urgente como es el caso
de la traducción de la Biblia). Por esta razón el misionero
se debe relacionarse con la iglesia nacional.
Como tal el misionero debe reconocerlos, amarlos y respetarlos. La
identificación es imprescindible como expresión de auténtico
amor y por consiguiente no está exenta de riesgos los que deben
asumirse con gran sabiduría, consejo maduro, sensibilidad cultural,
dirección del Espíritu y orientación de la Palabra.
Pista 6: Vínculos sanos
La vida misionera es una vida de relación. El misionero vinculará
otros colegas (generalmente de varias nacionalidades y trasfondos),
cristianos nacionales, autoridades gubernamentales y con otros a quines
va a servir. No se nace sabiendo como tener buenas relaciones. Hay
que aprenderlo y aprenderlo bien. La dificultad para tener vínculos
sanos hará que la persona esté discapacitada para el
servicio y le ocasionará más de un quebranto. No es
de admirarse que los conflictos interpersonales ocuparon el cuarto
lugar como causal de deserción misionera tanto en los países
misioneros tradicionales como de las nuevas naciones de envío.
(Ver “Demasiado Valioso para que se Pierda”, Guillermo
D. Taylor, Editorial WEF/COMIBAM).
Pista 7: Disposición para capacitarse
Dios usa todo tipo de instrumentos pero ¡cuánto mejor
los emplea si están limpios, afilados y cuidados!. Debemos
buscar personas comprometidas para crecer y desarrollarse en todas
las áreas de su vida. Esto incluye la formación bíblico-teológica
y misionológica, pero no se agota en esos temas. Cuánta
más amplia esa preparación tanto mejor. David Harley
dice que esas personas: “Deben mostrar la evidencia de la obra
de Dios en sus vidas.
Deben ser confiables y disciplinados para trabajar, aunque a la vez
se les debe aconsejar que no sean perfeccionistas ni adictos al trabajo...
Una ventaja adicional es que la persona tenga sentido del humor y
especialmente la capacidad de reírse de sí mismo”.
Es sumamente recomendable que la iglesia tenga un programa de preparación
misionera bien desarrollado para encausar a las personas con inquietudes.
En un paso siguiente la capacitación requerirá la participación
de instituciones formales como entidades teológicas y centros
de capacitación misionera.
Pista 8: Sensibilidad cultural
Servir en misiones es estar en un contexto cultural diferente, en
ocasiones totalmente opuesto y aún antagónico. La persona
debe tener un sentido crítico de su propia cultural y a la
vez de contar con herramientas para conocer la cultura anfitriona.
Algunos pequeños indicios son: Capacidad para escuchar con
atención y mirar las cosas desde el punto de vista del otro,
disposición al estudio de otros idiomas, interés por
otras culturas, deseo de ayudar a personas extranjeras, gusto por
las expresiones artísticas étnicas, placer por comidas
exóticas, conocimiento actualizado de la situación mundial,
etc.
Comenzar la búsqueda
Adaptando a Max Warren se puede decir que el rol del misionero en
la actualidad es ser: explorador (en cuanto a curiosidad y búsqueda
para conocer la cultura), aprendiz (en todas las dimensiones), amante
(por medio de acciones y palabras), nexo (porque es presencia visible
a la comunidad cristiana que lo recibe de la realidad universal de
la iglesia), perturbador (en cuanto a la naturaleza de liberación
e impacto del ministerio) y señal (pues es movido por el sentido
de urgencia del fin).
Habría mucho más que debería mencionar pero lo
expuesto sirve como pistas para ayudarnos en la responsabilidad pastoral
de identificar a las personas que Dios ya tiene seleccionadas para
ser sus siervos en otras latitudes. ¡Busquémoslos, están
muy cerca, nuestro!