LA ESPOSA DE OCHO VACAS
Anónimo
Una vez había un hombre que fue a una isla lejana. Allá
le contaron de un tianguista llamado Juanito, quien llegaba frecuentemente
a la misma isla y pagaba una dote de 8 vacas por su esposa. Con dos
o tres vaquitas hubiera comprado una esposa más o menos, con
cuatro o cinco vacas hubiera conseguido una estupenda mujer. ¿OCHO
VACAS?. Por qué, usted pregunte. ¡Imagínese, por
ocho vacas uno podría conseguir a la más hermosa de
las mujeres, de todas las que han existido!.
En verdad Sarita era muy fea, flaquita. Los de la Isla Kiniwata dijeron
a la visita. Ella caminaba agachando la cabeza, arrastrándose
con sus hombros encogidos. Ella en verdad se espantaba de su propia
sombra, se decían. Me imagino que Juanito Lingo la amaba muchísimo
y por esto no le pareció mucho pagar las 8 vacas.
En verdad, le dijeron. Es por lo mismo que se ríen los demás
en la isla cuando hablan de Juanito Lingo el tianguista. Les da risa
pensar que el más astuto de los tianguistas, hubiera pagado
8 vacas por la hija de un aburrido Sam Karoo.
¿Pero cómo es?.... nadie en verdad sabe, pero todo el
mundo pregunta. Si todos en Kiniwata que conocieron a Sam Karoo le
dijeron que no debía pedir más de 3 vacas por su hija,
y si le tocaba fuerte el regateo, que terminara aceptado 2 vacas por
su hija.
Pero cuando llegó Juanito el tianguista a la casa de Sam Karoo
aquel día, le dijo al viejo. “Papá de Sarita”
“¡YO TE OFREZCO OCHO VACAS POR TU HIJA!”. La visita
fue de la Isla Kiniwata, y pasó a Nurabandi.
Él preguntaba cómo llegar a la casa de Juanito el tianguista.
No notó risas o falta de respeto de los conciudadanos, los
Nurabandianos, cuando preguntaba “¿dónde vive
el joven Lingo, el recién casado?”.
Y cuando se presentó al joven tianguista, serio, alto, él
me dio una bienvenida cordial, calurosa, y me pasó dentro de
su casa hasta la sala.
El visitante admiraba mucho que los mismos Nurabandianos habían
respetado al joven tianguista por su trueque de compra-venta de la
hija de Sam Karoo por 8 vacas.
Cuando a solas platicaron, le preguntó Juanito: “¿A
poco tuviste interés en mi asunto y por esto llegaste a Nurabandi,
nuestra isla?”. ¡Sí!. “¿Y qué
te dijeron de mí en la isla de mi suegro?”. “¡Pues
me dijeron que si hay algo que yo necesite, usted es el mejor tianguista
y consigue todo a buen precio!”. “¿Sabes que mi
esposa es de Kiniwata?”. “¡Sí, eso también
me dijeron!”. ¿Y qué te dijeron de ella, allá?.
“No mucho”. No, en verdad, “dime qué te dijeron
de mi esposa”.
Pues…. ellos dicen…. que (en este momento no estaba preparado
para tal pregunta del joven tianguista). Pues…. sí me
dijeron que se casaron hace poco y fue una fiesta alegre y bonita,
¡eso me dijeron!. “¿Y qué más te
dijeron?” (preguntó Juanito) mirándolo con sus
ojos ya medio cerrados penetrando su vista, sabiendo bien que le habían
contado más.
Caray hombre, me dijeron que te casaste con una mujer y pagaste una
dote absurda “¡OCHO VACAS!”. Se paró, esperando
que Juanito le contestara. “¿Ellos todavía no
saben por qué PAGASTE OCHO VACAS?”. Ellos no saben….
“¿QUÉ?”, replicó Juanito.
Juanito “¿por qué en verdad terminaste pagando
ocho vacas por ella?”. En la isla de Kiniwata todo el mundo
debe saber por qué pagué 8 vacas por ella. Juanito empezaba
a hablar, inclinándose para atrás, llenando sus pulmones
de aire, erguido y orgulloso.
“¡Siempre y para siempre ellos van a hablar de una dote
pagada por Juanito Lingo de ocho vacas por Sarita!. Mire no más
(pensaba dentro de si la visita). “Pura vanidad”. “Sí”.
Fue vanidoso Juan Lingo y por eso pagó 8 vacas.
En ese momento entró Sarita a la sala. Él la observaba
mientras ella ponía un arreglo de flores sobre la mesa. Sarita
se paró, fijándose en los ojos de la visita, dándole
una sonrisa y salió en forma majestuosa y la visita palideció.
Ella en verdad era la mujer más fina que había contemplado.
Caminaba alrededor del cuarto como si fuera una princesa real con
su cabeza en alto y digna. La chispa que llevaba en sus ojos lo decía
todo, ella estaba muy orgullosa, y tenía razón para
sentirse así.
Volteó la vista el huésped para mirar nuevamente a Juanito.
“¿Claro que si, tú la admiras.. verdad?”.
Sí, sí en verdad, contestó la visita, con un
suspiro. “¡Pero no es la misma Sarita de Kiniwata!”.
Ella no parece la misma Sarita de quien me contaban en Kiniwata.
“¿Cómo no va a ser la misma Sarita de Kiniwata?”,
contestó Juanito. Tal vez no te parece así por la forma
en que te lo contaron allá. Sí, a mi me dijeron que
era muy fea, flaquita, y que tenía miedo de su propia sombra.
Todos dicen que fuiste engañado por Sam Karoo el papá
y se burlan mucho de ti. “¿Tú piensas que ocho
vacas fueron muchas las que yo pagué por ella?”, preguntó
Juanito con una mirada de orgullo.
“¡No, ocho vacas no eran demasiado!”… pero
como ahora está tan cambiada y diferente de cómo la
describían allá, dijo la visita.
Míralo de esta manera, decía Juanito a su huésped.
“¿Qué le significaría a una mujer saber
que su marido regatió y ofreció lo más barato
para obtenerla?”. Después, cuando las mujeres se juntan
y hablan, una de ellas dice “¿no sabes cuanto pagó
mi marido para obtenerme a mí?. Y luego otra dice, “Por
mi, mi marido pagó cuatro vacas” y una más dice
“Por mí…seis”. “¿Cómo
va a sentirse la mujer que fue conseguida por tres, dos.. o hasta
UNA SOLA VACA?”. “¡Yo no voy a permitir que esto
sucede con mi Sarita!”. La visita habló, “¿entonces,
sólo pagaste 8 vacas para que Sarita pudiera sentirse feliz?”.
“¡Si, yo quería que mi Sarita estuviera muy feliz!”.
Todos ahora me dicen que ella es diferente, esta tal vez es la verdad.
Muchas cosas pueden hacer que una mujer cambie. Pero lo que más
importa, no es lo que pasa afuera, sino lo que nos pasa adentro. La
cosa que más cambió a mi Sarita es lo que ella empezó
a opinar de ella misma. Mientras ella vivía en Kiniwata creía
que no valía nada. Pero ahora ella sabe que vale más
que todas las demás mujeres de las islas.
La visita pensándolo todo, contestó: Entonces lo que
usted quería…. Lo interrumpió Juanito diciendo:
“¡YO QUERÍA CASARME CON SARITA Y NADA MÁS!”.
Pero, decía la visita. Pero…. “¡Yo quería
una esposa de ocho vacas!”