ENTRENAMIENTO MISIONERO EN BABILONIA
por STEEF VaN 't slot, ph.d.
Uno puede aprender muchos principios misioneros de la vida de Daniel;
vemos que Dios puede transformar circunstancias adversas en una vocación
de servicio. Frecuentemente Él llama a los misioneros sin que
ellos se den cuenta al principio. El trasfondo de una familia cristiana
puede ser un privilegio que dirige a una carrera misionera. Daniel
muestra, que la funcionalidad de un misionero empieza con una vida
santa, que el carácter cristiano y una actitud correcta son
indispensables en el campo y que el entrenamiento misionero transcultural
bueno se lleva a cabo en el país de servicio.
Aspenaz explicó a los jóvenes hebreos (algunos de ellos
de linaje real), cual iba a ser el mejor programa para que se convirtieran
en buenos babilonios; deberían comer la mejor comida de la
mesa del rey y que los estudios en el idioma deberían comenzar
de inmediato, se añadirían estudios sobre literatura
más adelante. Iba ser necesario entender de lo que se trataba
vivir en Babilonia.
Cuatro de los jóvenes pidieron permiso para comer una dieta
de vegetales y frutas. Daniel y sus compañeros resolvieron
no contaminarse con la comida y bebida real. Hablaron con Aspenaz
en privado y le explicaron sus intenciones. Daniel propuso un periodo
de prohibición de 10 días. Aspenaz aceptó la
propuesta y no se arrepintió de haberlo hecho. (1)
Antes de la deportación a Babilonia, todos los jóvenes
fueron criados en familias de creyentes, en contraste a la idolatría
que les rodeaba; aprendieron a leer los rollos de Moisés y
de los profetas, que sus padres y rabinos les enseñaban. Cuando
cumplieron 13 años pasaron el rito del Bar-Mitzvah y fueron
considerados adultos desde entonces. Cada uno hizo un pacto con Dios
de servirle el resto de sus vidas. Habían escuchado a Jeremías
predicar, advirtiéndoles sobre el exilo a Babilonia. Ahora
entendían de lo que se trataba…
El aprendizaje sobre el idioma fue duro. Tuvieron que aprender otro
alfabeto, pero sus mentes jóvenes y determinación les
ayudaron a pasar las pruebas. Entendieron la importancia de aprender
bien el idioma local, porque más adelante iba a ser benéfico
para poder explicarles a los babilonios las historias de su pueblo;
de como Dios les había rescatado de Egipto. Lo que no sabían
en ese momento, es que más tarde, Dios tendría que rescatarlos
a ellos, de los idólatras en Babilonia.
Aspenaz tomó en serio el proceso de integración: les
dio a cada uno nombres babilónicos. Daniel se convirtió
en Beltsasar y sus amigos, Sadrac, Mesac y Abed-nego.(2) Algunos podrían
tomar esto como un insulto a su identidad nacional, pero Daniel y
sus amigos lo tomaron como un privilegio y honor, porque Aspenaz los
consideraba como babilónios.
Los amigos se hartaron de la idolatría que vieron y oraban
a Dios para que se manifestara por medio de una confrontación
con el rey. Anhelaban que se mostrara como Rey de Reyes y Señor
de los Señores a Nabucodonosor, porque él había
tomado el título para sí mismo.
En ninguna parte del texto bíblico leemos que los cuatro amigos
oyeron la voz de Dios llamándoles a las misiones. Fueron creyentes
normales, buscando servir a Dios donde fuera. Si hubieran sabido los
desafíos que Dios iba poner en su camino, tal vez se hubieran
rendido en ese momento ¿y tú… que harías
estando en su lugar, sabiendo que ibas a ser echado en un horno de
fuego o a un foso con leones?
En la vida de Daniel y sus amigos vemos un ejemplo bello del entrenamiento
misionero. Si no fuera por los principios de Dios que aprendieron
en Judá, no se hubieran mantenido en la corte pagana. Su decisión
de no contaminarse era uno de los componentes más importantes
de una carrera misionera exitosa. Desde el punto de vista de entrenamiento
misionero, podemos decir que el “entrenamiento en casa”
pudiera compararse con una educación bíblica. Esto es
una parte invaluable para formar obreros en el Reino de Dios.
Luego, no fueron enviados al campo solos, sino en equipo. Así
fue posible que se apoyaran el uno al otro, que oraran uno por el
otro, que tomaran decisiones en conjunto, etc., es así, cuando
vemos las demandas de un ministerio misionero. Daniel y sus amigos
aprendieron un idioma, literatura y cultura en su campo misionero.
Aunque no hay nada en contra del aprendizaje lingüístico
y cultural en casa, nada puede tomar el lugar de una educación
continua en el campo.
Los amigos fueron entrenados por un periodo de tres años, con
sólo el empleo secular en mente. Los misioneros de hoy no deben
hacer menos. Antes de que uno pueda funcionar en otra cultura, debe
hablar el idioma, aprender sus creencias religiosas y su sistema de
valores, un nuevo misionero, tiene un buen tiempo en la cultura misma.
El momento en el cual, los cuatro hombres no fueron considerados extranjeros
llegó cuando Aspenaz les dio sus nuevos nombres. Ahora tenían
el derecho de hablar como babilonios a los babilonios. Este fue el
momento en que su ministerio transcultural dio inicio.
El significado del modelo de entrenamiento misionero de Daniel es
que si queremos presentar a Dios de una manera en que la gente entienda,
debe ser presentado en la forma en la que ellos mismos entiendan.
Debe ser presentado dentro de su contexto cultural, no el nuestro.
Mientras presentemos a Dios a nuestra manera – lo cual es extraño
para nuestros anfitriones – Él, será percibido
como algo extraño y nadie confía su vida a un extraño.
El mejor ejemplo es Jesús mismo, quien se hizo hombre, un hebreo
entre hebreos para servir a hebreos. Haciéndose un hombre,
dejo de ser ‘Dios de lejos’, un extranjero.(3) Pablo siguió
ese ejemplo por ‘hacerse todo a todos para ganar por lo menos
a unos cuantos.” (4) Es obvio que la contextualización
no es asunto tan sólo de este siglo o aun en el Nuevo Testamento.
Dios lo diseñó en el entrenamiento de Daniel y sus amigos,
2,600 años atrás, sin mencionar a José o Moisés!
Referencias
(1) Daniel 1:3,4,6,8,12,14,15
(2) Daniel 1:5,7
(3) Filipenses 2:5-7
(4) 1 Cor. 9:19-22