¡Dios envió a Jesús y
a tí también!
El enfoque de ENVIAR en el evangelio de
Juan
por kerry a. olson
Sin duda, el versículo más conocido y memorizado de
la Biblia entera es Juan 3:16. Probablemente estás repitiendo
la cita en tu mente… “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
Las palabras “ha dado” se pueden traducir y de hecho se
traducen en diferentes idiomas como “envió”. Así
que podemos decir que “¡Dios amó tanto al mundo
que ENVIO a su Hijo!” El versículo que sigue (versículo
17), utiliza una vez más la palabra ENVIAR cuando dice: “Porque
Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo sea salvo por él.” Dios nos ha dicho
que envió a Jesús para que tengamos vida eterna y luego
enfatiza para que NO vino… ¡No vino para condenar al mundo,
sino para salvarlo!
Obviamente el enfoque principal del texto se trata del gran amor de
Dios y su misión, la salvación del mundo entero, pero
quisiera llamar tu atención a la palabra “ENVIÓ”.
¡El Padre celestial por amor ENVIÓ!
Más adelante en este libro, en el capítulo 20 versículo
21, encontramos dos usos más del verbo ENVIAR. En la que es
conocida como una de las citas clásicas de la Gran Comisión,
que dice: “Jesús les dijo una vez más: La paz
sea con ustedes. Así como el Padre me ENVIÓ, también
yo los ENVÍO a ustedes.”
Si el amor del Padre reside en nosotros, como consecuencia debemos
entender su propósito y estrategia en enviar a Jesús
al planeta tierra, pero también comprender que Él nos
quiere enviar a nosotros también. ¡Ese es su plan y no
tiene otro! El cristiano que no puede decir con todo su corazón
“Heme aquí envíame a mí” como decía
el profeta Isaías, no ha tenido una revelación plena
del amor del Padre y no comprende lo que El quiere.
Al pasar de los siglos, la estrategia de Dios no ha cambiado. Por
su gran amor Dios envió a su Hijo y de la misma manera Jesús
envió y sigue enviando a sus discípulos hoy en día.
Si queremos entender lo que quiere decir ser enviado por Cristo, debemos
entender lo que implicaba para Cristo ser enviado por su Padre.
¿Por qué fue enviado Jesús por el Padre? El libro
de Juan revela por lo menos diez razones:
1. ¡FUE ENVIADO CON UN PROPÓSITO: HACER LA VOLUNTAD DE
SU PADRE!
Cristo fue enviado no para hacer su propia voluntad, sino la voluntad
de su Padre. Esto es lo que Jesús anhelaba más que cualquier
otra cosa. ¡Que no se haga mi voluntad, sino la voluntad de
mi Padre!
“Pero Jesús les dijo: «Mi comida es obedecer a
Dios, y completar el trabajo que él me envió a hacer”
(Juan 4:34)
“Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Mi Padre me envió,
y él me dice cómo debo juzgar a las personas. Por eso
yo juzgo correctamente, porque no hago lo que yo quiero, sino lo que
mi Padre me ordena hacer” (Juan 5:30)
“No bajé del cielo para hacer lo que yo quiera, sino
para obedecer a Dios mi Padre, pues él fue quien me envió”
(Juan 6:38)
2. ¡FUE ENVIADO PARA HACER LO QUE A
EL PADRE LE AGRADA!
Cristo fue enviado no para complacerse a sí mismo, sino al
que le envió. El apóstol Pablo entendió esto
también. En Gálatas 1:10 dijo: “¿Busco
acaso el favor de la gente, o el favor de Dios? ¿O trato acaso
de agradar a la gente? ¡Si todavía buscara yo agradar
a la gente, no sería siervo de Cristo!” Al morir a nuestros
gustos, anhelos y pasiones, podemos ver claramente cuáles son
los gustos, anhelos y pasiones del Padre y así agradarlo.
“Porque el que me envió está conmigo, y no me
ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que a él le agrada.”
(Juan 8:29)
3. ¡FUE ENVIADO PARA GLORIFICAR AL PADRE!
Jesús no fue enviado para su propia gloria, sino para la gloria
del que lo envió. Debemos vivir nuestras vidas de tal forma
que la atención no sea sobre nosotros, sino hacia Dios. La
motivación de nuestro corazón tiene que ser correcta.
¿Por qué hacemos misiones? ¿Por qué hacemos
lo que hacemos?... ¿Es para su gloria o tendremos alguna otra
motivación?
El que habla por su propia cuenta, busca su propia gloria; pero el
que busca la gloria del que lo envió, éste es verdadero,
y en él no hay injusticia. (Juan 17:18)
4. ¡FUE ENVIADO PARA REPRESENTAR A UN
ENVIADOR INVISIBLE!
Nosotros no podemos ver el Padre, pero Cristo si lo ve y proviene
de Él. Cristo representa al Dios invisible. Por fe, nosotros
su iglesia, debemos proclamarlo y darlo a conocer hasta su regreso.
(Juan 5:37, II Corintios 5:20).
“También el Padre, que me envió, ha dado testimonio
de mí. Ustedes nunca han oído su voz, ni han visto su
aspecto…” (Juan 5:37)
5. ¡FUE ENVIADO PARA QUE EL MUNDO AL
VERLO, PUDIERA VER AL PADRE!
El Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros para mostrarnos
al Padre. Sus discípulos ahora somos Sus manos y Sus pies en
la tierra. En muchas partes del mundo, no tienen todavía una
buena representación de quien es Cristo y solamente conocerán
al Padre por nuestro testimonio (II Corintios 3:18).
“Jesús clamó y dijo: «El que cree en mí,
no cree en mí sino en el que me envió; y el que me ve,
ve al que me envió” (Juan 12:44-45)
“Jesús le dijo: «Hace ya tanto tiempo que estoy
con ustedes, ¿y tú, Felipe, no me has conocido? El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo entonces
dices: “Muéstranos al Padre”? (Juan 14:9)
6. ¡FUE ENVIADO PARA VIVIR POR EL PADRE!
Pablo decía “porque en él vivimos, y nos movemos,
y somos.” (Hechos 17:28) Nuestras vidas deben estar centradas
en Él. “Ya no vivo yo, sino Cristo vive en mi.”
“Así como el Padre viviente me envió, y yo vivo
por el Padre, así también el que me come también
vivirá por mí.” (Juan 6:57)
7. ¡FUE ENVIADO PARA HABLAR LAS PALABRAS
DEL PADRE!
Todo lo que hablaba Jesús venia de su Padre. Nuestro mensaje
no es nuestro, sino del Padre. Somos sus embajadores para entregar
el mensaje del Enviador, ¡Dios mismo!
“Porque el enviado de Dios habla las palabras de Dios; pues
Dios no da el Espíritu por medida.” (Juan 3:34)
“Jesús les respondió: «Esta enseñanza
no es mía, sino de aquel que me envió” (Juan 7:16)
“Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre, que
me envió, me dio también el mandamiento de lo que debo
decir y de lo que debo hablar. Y sé que su mandamiento es vida
eterna. Por lo tanto, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo
ha dicho.»” (Juan 12:49-50)
8. ¡FUE ENVIADO PARA DEPENDER DEL PADRE!
Jesús estuvo en contacto constante con su Padre y nos dio ese
ejemplo a seguir. Según la Palabra de Dios, sólo hay
dos maneras de producir “mucho fruto espiritual”, permanecer
en Dios y morir (Juan 12:24). ¡Separados de Dios, nada podemos
hacer!
“Yo no puedo hacer nada por mí mismo. Yo juzgo según
lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco hacer mi voluntad,
sino hacer la voluntad del que me envió” (Juan 5:30)
“Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece
en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
separados de mí ustedes nada pueden hacer.” (Juan 15:5)
9. ¡FUE ENVIADO CON LA PROMESA DE LA
PRESENCIA DEL PADRE!
Al entregar la Gran Comisión a sus discípulos, Jesús
termina con las palabras “y estaré con ustedes todos
los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). ¡No
estamos solos! Al recibir una comisión de parte de Dios, esta
se convierte en nuestra misión. Y si tenemos una misión,
podemos estar seguros que Dios nos dará su provisión.
¡Gracias a Dios el Enviador, nos envía con su presencia!
“Porque el que me envió está conmigo, y no me
ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que a él le agrada.”
(Juan 8:29)
10. ¡FUE ENVIADO PARA TERMINAR LA TAREA
DEL PADRE!
Jesús terminó su tarea al morir en la cruz voluntariamente
por nuestros pecados para nuestra salvación. A su Iglesia,
Jesús nos ha dado también una tarea, la tarea de la
Gran Comisión que después de más de 2,000 años
todavía no se ha terminado.
“Jesús les dijo: «Mi comida es hacer la voluntad
del que me envió, y llevar a cabo su obra” (Juan 4:34)
“Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me
diste que hiciese” (Juan 17:4)
“Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego porque así
lo quiero. Tengo poder para entregar mi vida, y tengo poder para volver
a recibirla, pues esto es lo que mi Padre me ha ordenado hacer.”
(Juan 10:18)
Al estudiar el libro de Juan, descubrimos que Dios no solamente nos
envía a nosotros, sino que ha enviado a “alguien más”,
el Consolador (El Espíritu Santo mismo) para ayudarnos con
la tarea que nos encargó.
“Pero les digo la verdad: les conviene que yo me vaya; porque
si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me
voy, yo se lo enviaré.” (Juan 16:7)
Sin la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, no podemos
terminar la comisión que Dios nos ha dado. (Lucas 24:49, Hechos
1:8-9, Romanos 8:9, Juan 7:38-39).
Edison Queiroz ha dicho: “Misiones comienza en el poder
del Espíritu Santo y Él es el jefe de Misiones, porque
es quien dirige, motiva, impulsa y lleva a la iglesia a cumplir su
tarea misionera. Algunas iglesias dicen que tienen el poder del Espíritu
Santo, pero no tienen visión misionera: lo que es imposible,
porque si tuviesen poder, automáticamente tendrían visión
misionera. Otras quieren hacer obra de Misiones sin el poder del Espíritu
Santo y el resultado es fracaso total.”
Dios amó tanto al mundo que ENVIÓ a su Hijo. Él
ha hecho su parte y ahora nos toca a nosotros. Como el Padre envió
a Jesús, hoy en día nos está enviando a nosotros,
tú y yo, para terminar la tarea pendiente. Si amamos a Dios,
amaremos lo que Él ama y nos pondremos en marcha para ir a
donde Él quiere enviarnos, para la gloria del Padre.
¡Heme aquí, envíame a mí”.